Jackson Cionek
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Girar sobre tu propio eje - La sala que gira y el yo que se mueve

Girar sobre tu propio eje - La sala que gira y el yo que se mueve


Conciencia en Primera Persona

La Conciencia en Primera Persona es la experiencia directa de ser el propio punto de observación del mundo.
No depende de las palabras, sino de sentirse cuerpo, percibir las variaciones internas y reconocerse como referencia de los fenómenos externos.
En la neurociencia contemporánea, este estado corresponde al entrelazamiento entre interocepción (sentir el interior del cuerpo) y propiocepción (percibir el movimiento y la posición en el espacio).

Cuando giramos sobre nuestro eje, experimentamos una forma pura de Conciencia en Primera Persona: el cuerpo pierde estabilidad, los sentidos se desfasen, y el cerebro intenta reconstruir la coherencia entre lo que siente y lo que ve.
Este proceso revela que el tiempo y el espacio son productos del esfuerzo cerebral por sincronizar diferencias.
En cada ajuste surge un pequeño yo tensional: un fragmento de conciencia que intenta alinear el cuerpo con el mundo.


1. El cuerpo como laboratorio del tiempo

Girar sobre el propio eje es una de las experiencias humanas más simples y reveladoras sobre el funcionamiento de la conciencia.
También es una metáfora perfecta para comprender lo que llamamos tiempo vivido, ese que se mide desde dentro, por percepción directa.

Cuando giramos, el laberinto vestibular —nuestro sistema del equilibrio— registra aceleraciones angulares a través de un fluido llamado endolinfa.
Al detenernos, el fluido sigue moviéndose, y el cerebro, al comparar los ciclos de aceleración y desaceleración, interpreta que la sala gira.
En ese instante, cuerpo y mundo intercambian papeles.
La referencia se desplaza.
El tiempo interno y el externo dejan de coincidir.


2. Cuando el cuerpo cambia de referencia

El fenómeno vestibular de la pos-rotación revela algo profundo:
la percepción del tiempo es inseparable de la posición corporal y del movimiento.

La Mente Damasiana, entendida como conciencia encarnada que emerge de la interacción entre interocepción y propiocepción, depende del sincronismo entre múltiples ciclos corporales.
Cuando esos ciclos se desalinean, el yo que percibe cambia de referencia.

El cerebro intenta compensar el retraso entre el cuerpo que se detuvo y el fluido que sigue en movimiento.
Ese esfuerzo por restablecer la coherencia crea un nuevo cuadro perceptivo: el mundo parece girar.
El tiempo nace del intento de conciliar dos mediciones que ya no coinciden.


3. Inversión perceptiva y nacimiento del tiempo

Esta inversión —cuando el cuerpo se detiene y el mundo continúa— es un ejemplo claro de referencia cruzada entre ciclos.
El cerebro se convierte en un comparador entre el movimiento interno (vestibular) y el externo (visual).
El mismo principio aparece en toda la naturaleza:
la luz curvada por la gravedad, el eco del sonido en espacios amplios, la desincronización de las sinapsis en el cerebro.
El tiempo es el resultado de esas diferencias medidas desde un punto de observación.


4. Tiempo neuronal y Yo Tensional

Durante la rotación, múltiples ciclos internos compiten por coherencia:

  • Vestibular (oído interno → tronco encefálico)

  • Visual (ojos → corteza occipital)

  • Propioceptivo (músculos → corteza somatosensorial)

  • Atencional (prefrontal → parietal)

Cuando un ciclo domina, la atención se fija en él y se forma un Yo Tensional.
Ese yo es la coherencia temporal momentánea entre sistemas que intentan alinearse.
El tiempo aparece como producto de un desencuentro coherente entre esos ciclos.


5. Del bebé al atleta – El aprendizaje de la estabilidad

Lo mismo ocurre en la infancia, cuando el bebé aprende a sostener la cabeza.
El cerebro calibra visión, equilibrio y tono muscular hasta lograr la coherencia.
De esa sincronización nace la noción de “yo en el espacio” y, por tanto, el tiempo perceptivo.

En atletas y bailarines, el proceso se perfecciona: giran, saltan y reconstruyen la orientación espacial en milisegundos.
El equilibrio entre aceleración, foco y respiración genera un estado de fruición (Zona 2), donde el tiempo parece detenerse.
El Yo Tensional se vuelve fluido, adaptándose a cada nuevo ciclo.


6. Tiempo y perturbación sensorial

La inestabilidad vestibular no es solo física: también puede ser emocional o cognitiva.
Cambios bruscos de contexto, sobrecarga sensorial o ansiedad producen “giros internos” en los que el cerebro intenta reorientarse.
Cuando hay desfase entre el cuerpo que siente y el mundo que se mueve, percibimos el tiempo como distorsión.
Si ese desfase persiste, el sistema entra en bucle: el tiempo psicológico pierde fluidez y el presente se fragmenta.


7. Girar para comprender

Girar es una forma simple y profunda de autoconocimiento.
Muestra que el tiempo no es lineal ni universal:
es el producto de la relación entre el cuerpo y su referencia.
Al girar y detenernos, percibimos el intervalo entre lo que el cuerpo sabe y lo que el cerebro cree.
Ese intervalo es el tiempo, y el observador es la conciencia que emerge de él.


8. Conclusión – El eje del mundo está en nosotros

El cuerpo es el eje en torno al cual se pliega el tiempo.
Girar no es solo moverse: es percibir la inestabilidad de la propia referencia.
La sala parece girar porque el cerebro insiste en mantener la continuidad de un movimiento que ya terminó.
Ese pequeño retraso —ese eco perceptivo— es la semilla de toda experiencia temporal.

El tiempo nace cuando dejamos de coincidir con nosotros mismos.

Así como las galaxias se curvan bajo la gravedad, la percepción se curva bajo la memoria y la expectativa.
El cuerpo, al moverse, revela que el tiempo es el esfuerzo de la conciencia por restablecer la coherencia entre mundos que nunca oscilan al mismo ritmo.


Sumario Brain Bee – Conciencia en Primera Persona

Tema: Girar sobre tu eje – La sala que gira y el yo que se mueve

Cuando giras y te detienes de repente, el cuerpo cesa el movimiento, pero el mundo parece continuar.
Esa ilusión resulta de dos ciclos fuera de fase: el físico y el vestibular.
El cerebro intenta sincronizarlos, y el tiempo surge como el intervalo entre ambos.

Experimento:
Gira lentamente durante 10 segundos y detente.
Con los ojos abiertos, observa la sala girando.
Luego ciérralos y siente cómo tu cuerpo recalibra el equilibrio.
El instante en que todo “se detiene” es el nacimiento de tu tiempo interno.

Relación científica:
Ese desfase refleja la interacción entre el sistema vestibular y la corteza visual.
El cerebro construye un modelo interno de movimiento para compensar el retraso, y esa reconstrucción activa constituye la base de la Conciencia en Primera Persona.

Reflexión:
Percibir el tiempo es percibirse reconstruyendo el mundo.
Cada ciclo corporal es un reloj; cada foco de atención, un punto de observación.
Y el tiempo —esa ilusión compartida— es solo el espacio entre ellos.



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Jackson Cionek

New perspectives in translational control: from neurodegenerative diseases to glioblastoma | Brain States