Jackson Cionek
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Dos Ciclos y Una Mirada - Por qué el Tiempo Solo Existe Cuando Hay Diferencia

Dos Ciclos y Una Mirada - Por qué el Tiempo Solo Existe Cuando Hay Diferencia

El tiempo no es algo que fluye, sino algo que se compara.

Toda experiencia temporal nace de la diferencia entre dos ciclos y la presencia de un observador.


1. El punto de partida – El tiempo como relación

El físico André suele recordar que el tiempo siempre está relacionado con la gravedad.
En la relatividad, el tiempo no es absoluto: se curva, se estira o se contrae según el campo gravitacional.
Pero la gravedad es solo una forma de crear diferencias entre ciclos.
El tiempo, en esencia, surge cuando dos ritmos dejan de coincidir, y alguien —o algo— mide esa diferencia.

Cuando observamos el cosmos, las galaxias distantes parecen duplicadas o distorsionadas.
La gravedad curva la luz, y esa curvatura crea dos trayectorias ópticas distintas.
El mismo evento (una galaxia) nos llega en dos tiempos diferentes.
El observador, al recibir ambas señales, percibe el intervalo entre ellas —y es en ese intervalo donde se manifiesta el tiempo.

Pero no hace falta un agujero negro para entenderlo.
Basta mirar a través de dos vidrios separados por aire: la luz se refleja y refracta de formas ligeramente distintas, creando imágenes duplicadas.
De nuevo, hay dos ciclos de propagación y un punto de observación que los integra.

Así, el tiempo no es sustancia, ni línea, ni reloj: es relación.
Surge entre ciclos, en la comparación y a través de la diferencia.


2. El tiempo como fenómeno de interferencia

Todo sistema físico o biológico solo conoce el tiempo porque recibe señales de trayectorias distintas.
En el universo, esto se manifiesta como interferencia de ondas: en el experimento de la doble rendija, el patrón luminoso surge directamente del desfase entre dos caminos posibles de una misma partícula.
En el cerebro ocurre algo análogo, constantemente.

Cada área cortical oscila con ritmos propios —alfa, theta, gamma—.
La conciencia es el campo donde esos ritmos se referencian entre sí.
Lo que llamamos “ahora” es el instante en que múltiples ciclos neuronales coinciden en fase: un momento de coherencia temporal entre diferencias.
Cuando esa coherencia se rompe, sentimos que el tiempo pasa.

En el EEG, esto aparece como sincronización y desincronización entre regiones.
En el NIRS, como fluctuaciones hemodinámicas retrasadas respecto a la señal eléctrica.
El tiempo neuronal es, literalmente, la diferencia entre trayectorias fisiológicas de energía —eléctrica y óptica— medidas desde un punto común: el observador consciente.


3. Girar, respirar, acelerar – Experimentos humanos del tiempo

Nuestro cuerpo es un laboratorio vivo de relatividad cotidiana.
Existen experiencias simples —y seguras— que demuestran cómo el tiempo depende de referencias cíclicas y del punto corporal de observación.

a) Girar sobre el propio eje

Al girar durante algunos segundos, el fluido del oído interno (endolinfa) sigue moviéndose incluso después de detenernos.
El cerebro, buscando coherencia, cambia su referencia: ahora interpreta que la sala gira.
El tiempo espacial se invierte —el mundo parece moverse mientras el cuerpo parece quieto—.
El observador y lo observado intercambian lugares, y el tiempo cambia de dirección perceptiva.

b) Visión de túnel

A gran velocidad o bajo estrés intenso, el cuerpo entra en un estado de hiperfoco.
La visión periférica se apaga; la atención se estrecha.
El cerebro aumenta su tasa de muestreo —procesa más cuadros por segundo— y el tiempo subjetivo se desacelera.
El “ahora” se alarga porque hay más ciclos internos por unidad de tiempo externo.

c) Respiración

Inhalar y exhalar son los relojes biológicos más antiguos.
Cada respiración marca el compás de la atención.
Cuando respiramos lentamente, sincronizamos el ritmo del tronco encefálico con las oscilaciones theta corticales; la percepción temporal se dilata y el presente se densifica.
En la ansiedad ocurre lo contrario: respiración corta, ciclos rápidos, y el tiempo parece escapar.
Respirar es recalibrar el reloj de la conciencia.

d) Estrés y dopamina

La dopamina regula la expectativa: marca el cuándo de un placer anticipado.
Bajo estrés, la noradrenalina domina —acelera el corazón, estrecha la visión, multiplica los ciclos—.
En el placer, la dopamina regula los intervalos de predicción, suavizando el tiempo.
Cada molécula es un metrónomo: un compás químico de la experiencia.


4. El tiempo como fenómeno atencional

La atención es el espacio donde se construye el tiempo.
Cada foco consciente dura en promedio 200 a 400 milisegundos —el intervalo de un Yo Tensonal, como lo desarrolla Math Hep—.
En esa ventana, el cerebro integra múltiples ciclos: percepción visual, latido, respiración, memoria a corto plazo.

En la mente, cada foco atencional amplifica de manera diferencial nuestros sentidos y memorias, seleccionando ciclos corporales distintos ligados a esas vías perceptivas. Así, el tiempo de la conciencia no es único: se fragmenta y se recompone según los sentidos y recuerdos que el cuerpo decide amplificar.

Cuando esos ritmos se alinean, el tiempo desaparece —entramos en fruición (Zona 2)—.
Cuando se desenlazan, el tiempo se fragmenta —aparecen la prisa, el tedio o la dispersión—.
La atención es, por tanto, el observador interno de los ciclos del cuerpo.
Crea el tiempo subjetivo al comparar sus propios flujos.


5. Tiempo físico, biológico y cognitivo

Estos tres tiempos coexisten y se reflejan mutuamente.

Tipo de Tiempo

Referencia Cíclica

Punto de Observación

Físico

Trayectorias de luz y gravedad

El observador en el espacio-tiempo

Biológico

Latidos, respiración, metabolismo

El cuerpo y sus sinapsis

Cognitivo

Ciclos de atención y emoción

La conciencia en primera persona

Estos niveles se entrelazan como ondas.
Un corazón acelerado altera la percepción cognitiva.
Una emoción intensa cambia el tiempo biológico.
Una distorsión gravitacional, si se percibe, cambia el tiempo mental.
Todo se resume en una relación: entre ciclos y entre referencias.


6. El punto de observación y la creación del tiempo

El observador es más que quien ve: es quien decide dónde medir.
Desde el momento en que existe un punto fijo, surge una escala —antes y después, dentro y fuera—.
El tiempo es, por tanto, una forma de conciencia.
Existe para que la mente pueda distinguir el movimiento de la permanencia, el cambio de la estabilidad.

Cuando cambiamos el punto de referencia, cambiamos el tiempo.
Girar sobre el eje, respirar lento, mirar el cielo, sentir el corazón —todo eso altera el tiempo porque desplaza el punto de observación.
Así como un vidrio doble o un campo gravitacional crean dos trayectorias ópticas, la conciencia crea dos trayectorias perceptivas: el cuerpo que siente y el mundo que es sentido.


7. Síntesis – El tiempo como fenómeno relacional

El tiempo no es una entidad que corre fuera de nosotros.
Es el espacio entre ciclos, el eco entre trayectorias, el intervalo donde nace la percepción.

En la física, dos haces de luz curvados por la gravedad revelan el tiempo del cosmos.
En la biología, dos pulsos eléctricos revelan el tiempo del cuerpo.
En la mente, múltiples focos de atención revelan el tiempo de la conciencia.

En todos los niveles, el tiempo es comparación.
Surge del contraste: de la diferencia medida entre ritmos, siempre desde un punto que observa.


8. Conclusión – El tiempo que somos

Cuando comprendemos que el tiempo es relacional, dejamos de buscarlo en los relojes y empezamos a sentirlo en el cuerpo.
El tiempo es el espacio entre inhalar y exhalar, entre latir y pensar.
Es el intervalo entre la mirada que ve y la mirada que comprende.
Así como las galaxias se curvan bajo la gravedad, nosotros nos curvamos bajo los significados.

Cada diferencia que percibimos es un pliegue en el tejido del tiempo.
Y cada conciencia que se reconoce como punto de observación se convierte en el propio reloj del universo.


“Dos ciclos y una mirada — eso es todo lo que el cosmos necesita para comenzar a contarse a sí mismo.”





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Jackson Cionek

New perspectives in translational control: from neurodegenerative diseases to glioblastoma | Brain States